Los planetas aparte de los signos y de las casas representan al hombre espiritual individual considerado aparte tanto de la personalidad temporal como del cuerpo físico. Aquellos que han alcanzado la fase de superhombre de la evolución, que han pasado una o más de las grandes iniciaciones, quedarán más bajo la influencia directa de los planetas y exhibirán características planetarias aparte de los signos y de las casas; aunque, incluso éstos, al descender a la manifestación, tendrán que asumir vestiduras zodiacales para el alma y cuerpos mundanos, y deberán someterse en cierto modo a las limitaciones naturales.
En tal caso, las posiciones en los signos indicarán qué poderes psíquicos se han encamado en la personalidad, y las posiciones en las casas indicarán la clase de obra que se ha emprendido y el ambiente en el cual debe realizarse, porque el cuerpo está adaptado y es un espejo del mundo en el que se mueve y del uso que debe hacerse del mismo. Aquí la posición del planeta al que el alma pertenecía sería el factor predominante, el centro y el corazón del conjunto, y todo el resto estaría subordinado a esto, cuerpo, acontecimientos y carácter, todo estaría igualmente “gobernado” por el espíritu interior.
Hay así tres estadios de evolución. El alma joven e inexperta se halla bajo el dominio de las doce casas y casi no puede hacer nada más que someterse a las condiciones que ellas imponen. El alma más fuerte y experimentada tiene un carácter y unas facultades propias, indicadas principalmente por la posición en el signo, aunque los signos zodiacales pertenecen a todo tipo de alma y muestran todos los estados de ánimo y fases, desde lo animal hasta lo humano altamente evolucionado. Finalmente, los planetas aparte de los signos representan el estadio sobrehumano de la evolución.
Así, un horóscopo es una mezcla de espíritu, alma y cuerpo y las doce casas son la expresión física del todo.
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