En el Tártaro se hallan varios personajes destacados por su malicia: a uno un buitre le roe un seno, uno corre sin cesar tras una onda fugitiva, otro quiere llenar un tonel sin fondo, etc. Aquí moran los violentos, los traicioneros, los infieles, los avaros, los belicosos, etc. Todos expían sus faltas y, a la vez, quieren volver a gozar de la luz del día y de una vida apacible.
Cerca del Tártaro viven los Remordimientos, la Miseria, las Enfermedades, la Guerra, la Muerte, las Arpías, etc.
Este es, en definitiva, el reino de Plutón quien, ya cansado de su largo celibato, decidió un día recurrir a la violencia para conseguir una esposa. Todas las diosas huían de Plutón por su horroroso reino, su fealdad física como hombre, su rudeza, etc.
Aquí pueden estar simbolizadas dos cosas: la brutalidad sexual del plutoniano poco desarrollado o las dificultades que encuentran el hombre y la mujer superiores de Plutón, inicialmente, para encontrar pareja, debido a la dedicación intensa a su autoperfeccionamiento, que no gusta a los pretendientes inmaduros y celosos.
Proserpina o Perséfone, hija de Ceres, vivía en Sicilia en una juventud pacífica e inocente. En una ocasión en que recogía flores del campo con unas amigas, Plutón la raptó a pesar de su negativa a acompañarle. Plutón salió corriendo en su carro de caballos negros, abrió la tierra con su cetro mágico y penetró en su reino. Cuando Ceres se enteró de esto, acudió a Júpiter indignada para pedirle justicia. Zeus le dijo que Proserpina le podía ser devuelta si no había comido nada desde que entró en los infiernos, pues la ley era que el que ingería algo allí ya no podría salir más. Entonces, Hades forzó a Proserpina a que comiera un grano de granada para hacer imposible su regreso a la superficie de la tierra. A pesar de todo y, después de muchos ruegos, Ceres consiguió que su hija morase seis meses al año en los infiernos y seis en la tierra.
Se suele representar a Plutón con rostro pálido, cejas espesas, ojos rojizos y mirada amenazadora. En su mano derecha tiene un cetro de dos puntas y, en su siniestra, una llave representando entre otras cosas la imposibilidad de escapar de los infiernos o, quizás, la llave de los tesoros internos del yo. Posee una obscura corona de ébano y algunas veces cubre su cabeza con un casco que le hace ser invisible.
Hay una segunda vertiente más benéfica de Plutón, en la que se le describe usando el cuerno de la abundancia, lo cual puede simbolizar que, cuando la persona realiza una labor de autoperfeccionamiento individual, las riquezas materiales le vienen por añadidura.
En este caso, Plutón es el símbolo de la vida y de la muerte (transformación) de las manifestaciones de la naturaleza.
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